jueves, 30 de octubre de 2014

Día de muertos.
¿Que es día de muertos?
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen mesoamericano que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza desde el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.
De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son:
El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos generalmente se incineraban, los predestinados a Tláloc se enterraban, como las semillas, para germinar.
El Omeyocán, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala mesoamericana de valores, habitar el Omeyocan era un privilegio.
El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas. Morir durante la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los mexicas. Para ellos, a diferencia de otras culturas, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.
El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro llamado Xoloitzcuintle (raza canina sin pelo), el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Las fechas en honor de los muertos son y eran tan importantes que les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.
En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.

Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica fuera impuesta en Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, de acuerdo a Luis Ramos, en su libro Culturas Clásicas Prehispánicas en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al “inframundo” (conocido por ellos como Xibalbá). Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle; es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida, de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino. Después, esta creencia se vio reafirmada con la introducción a la cultura de la religión católica; de acuerdo a la religión católica (religión predominante en México) existe la idea de un cielo y un infierno a donde las almas se dirigen cuando uno muere (dependiendo de su comportamiento en vida), es decir, la creencia de una vida después de la muerte. 

Significado de ofrendas.
El pueblo de México ha creado un singular elemento subjetivo contra la muerte, con la colaboración de la misma. Para ello le basta colocarse, ayudado por la fantasía, en el terreno en que la gran niveladora barre a todos, ricos o pobres, humildes y poderosos, así como con la misma a través de fotos.
Las calaveras de dulce tienen escrito en la frente el nombre del difunto (o en algunos casos de personas vivas, en forma de broma modesta que no ofende en particular al aludido), y las consumen parientes o amigos.
El pan de muerto es una representación de la eucaristía, y fue agregado por los evangelizadores españoles. Es un panecillo dulce que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos, adornado con formas de huesos hechas con el mismo pan; se le espolvorea azúcar y se elabora con anís.
Las flores. Durante el período del 1 al 2 de noviembre las familias suelen limpiar y decorar las tumbas con coloridas coronas de flores de rosas y girasoles, entre otras, pero principalmente de cempasúchil, las cuales se cree atraen y guían las almas de los muertos. Casi todos los panteones reciben visita de muchas personas.
La flor de cempasúchil es símbolo del resplandor del sol, que se consideraba el origen de todo. Cada flor representa una vida, y en el caso del difunto significa que esté aún conserva un lugar dentro del Todo, y que no ha sido olvidado por sus amigos y familiares. Curiosamente, en el poblado de Huaquechula, en el estado de Puebla, no se utiliza la flor de cempasúchil, sino que las tumbas se adornan con nube y gladiola.
La ofrenda y la visita de las almas. Se cree que las almas de los niños regresan de visita el día primero de noviembre, y que las almas de los adultos regresan el día 2. En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea porque ya no existe la tumba del difunto o porque la familia está muy lejos para ir a visitarla, también se elaboran detallados altares en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, cigarros e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto al retrato de los difuntos, rodeados de veladoras.
Altar y ofrenda de muertos
Los materiales comúnmente utilizados para hacer una ofrenda para el Día de Muertos tiene un significado, y son entre otros los siguientes:
Retrato de la persona recordada: El retrato del difunto sugiere el ánima que los visitará la noche del 2 de noviembre. . Dicha imagen honra la parte más alta del altar. Se coloca de espaldas y frente a ella se coloca un espejo para que el difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos y estos vean a su vez únicamente al difunto.
Pintura o cromo de las Ánimas del Purgatorio: La imagen de las ánimas del purgatorio sirve para pedir la salida del purgatorio del alma del difunto por si acaso se encontrara ahí.
Doce cirios: Aunque pueden ser menos, tienen que ser en pares, y preferiblemente de color morado, con coronas y flores de cera. Los cirios, sobre todo si son morados, son señal de duelo. Los cuatro cirios en cruz representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa aparte de agua y sal.
Flor de cempasúchil (o flor de cuatrocientos pétalos): Su color representa la luz como los rayos del sol y al regarla en forma de camino y por su aroma, sirve de guía a las almas para indicarles el rumbo por el cual llegar al que fuera su hogar.
Cruz: Utilizada en la mayoría de los altares, es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles, con el fin de incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los indígenas, como la veneración de los muertos. Para recordarle su fe, ya que el Miércoles de Ceniza se le dice la frase: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás", con lo que se le recuerda que regresa a la tierra de la que salió. La cruz va en la parte superior del altar a un costado de la imagen del difunto y esta puede ser de sal, ceniza, tierra o cal.
Calabaza en tacha: La calabaza (Cucurbita moschata) ocupa un lugar privilegiado tanto en la cocina tradicional prehispánica como en la actual. Es parte de la tetralogía alimenticia del país, al lado del maíz, el frijol y el chile, con los que se cultiva en la misma milpa. De ella se aprovecha todo: tallos, guías, flores, frutos y semillas. En el altar se prepara como dulce, llamado calabaza en tacha porque el recipiente usado en la fabricación del azúcar se le llama “tacho”; la calabaza se confitaba en las calderas en que se fabricaba el azúcar: cocida con azúcar, canela, tejocotes, trozos de caña de azúcar o con otros ingredientes, según el gusto de quien cocine. La preparación de la calabaza en tacha consiste en introducir dicho fruto en un cesto de palma que se confita en las calderas donde se fabrica el azúcar. Esta es la forma tradicional, pues en las antiguas máquinas de los ingenios se hacía la concentración del guarano o jugo de caña en dos calderas cónicas, colocadas sobre un solo horno (la mancuerna); una de las calderas era la malera, y la otra la tacha. En la actualidad se prepara cocida en miel de piloncillo o panela, antiguamente llamada también tacha para bendecir las casas.[5] [6] El dulce cristalizado se llama calabazate.
Papel picado: También se suelen adornar las ofrendas con papel picado que es una artesanía mexicana que se elabora con papel de china recortado con figuras de esqueletos y calaveritas, este es considerado como una representación de la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
Vara de tejocote: con esa se abrirá paso el alma que regresa a visitar a sus parientes, por eso no se le deben de quitar las espinas.
Arco de caña y flores: en algunos lugares de México se acostumbra a realizar este arco, el cual simboliza el paso a una vida de purificación y el abandono del cuerpo terrenal
Copal e incienso: El copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar, santificando el ambiente.
Agua: El agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de regeneración de la vida y de las siembras y en la ofrenda se representa con un vaso lleno de agua que sirve para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos.
Comida: Se coloca el alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se coloca para que el alma lo disfrute.

Bebidas alcohólicas: Son bebidas que fueron del gusto del difunto denominados “trago”, generalmente son “caballitos” de tequila, pulque, cerveza y mezcal.

Diferencias entre halloween y día de muertos.
Halloween está basado en los festivales celtas de la cosecha o fiestas paganas como el Samhain, mientras que el Día de Muertos tiene sus orígenes en los festejos indígenas a la diosa Mictecacihuatil, Reina del Mictlán, la versión azteca del Inframundo.

Las dos fiestas tienen orígenes paganos y ambas se basan en la idea de que en algún momento entre el 31 y el 2 de noviembre, se abren las puertas del otro mundo, lo que permite que los espíritus puedan venir a visitarnos.

En la época precolombina se conmemoraba la muerte de los ancestros haciendo énfasis en la muerte y la resurrección. Estas fiestas se celebraban desde el principio de agosto y duraban un mes.

El primero de noviembre se celebra a los niños fallecidos, mientras que el 2 del mismo mes recordamos a los adultos que se han ido. Algunas familias van al cementerio y llevan comida, fotos y pertenencias de los difuntos, esperando que su familiar los visite desde el otro mundo. Es por ello que muchas familias ponen ofrendas en su casa.

Los elementos clásicos del Día de Muertos son la flor de cempasúchil y el pan de muerto y algunas costumbres tienen un tono ligero y divertido, como las calaveritas y La Catrina de José Guadalupe Posadas.

El Halloween es una cristianización de las fiestas paganas de la cultura celta. En Irlanda celebraban el final del verano con el festival de Samhain entre el 31 de octubre y el primero de noviembre. La fiesta representaba el final de la temporada de cosechas y era una manera de prepararse para el invierno. Cuando el cristianismo comenzó a adoptar la celebración, utilizaron estos días para honrar a los santos y rezar por las almas que aún no llegan al cielo.

Desde que Halloween llegó a Estados Unidos a través de inmigrantes escoceses e irlandeses, la fiesta comenzó a variar un poco. Los disfraces y el "dulce o truco" son tradiciones que llegaron desde Europa pero que tomaron más fuerza al llegar a los Estados Unidos. Las jack-o'-lanterns (calabazas talladas) se utilizan para ahuyentar a los espíritus del mal y representan a las almas que no pudieron entrar ni al cielo ni al infierno.

Como verás, actualmente pareciera que hemos mezclado ambas tradiciones, tomando algunas cosas del Día de Muertos y otras del Halloween. ¡Y no tiene nada de malo! Algunos creen que deberíamos defender las tradiciones mexicanas y rechazar todo lo demás, pero en realidad lo más importante es entender de dónde vienen nuestras costumbres.

Debemos respetar y conocer nuestra historia, pero la decisión de festejar como queramos es totalmente nuestra. Si conoces tu pasado y las razones de las fiestas que celebras, deberías poder festejar como quieras. Así que disfrázate, pon una ofrenda, pide calaverita y simplemente diviértete. A fin de cuentas, ¡eso es lo más importante!
URL de vídeo:https://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=heexkdj3Ik0

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